Buenos días a todos. Es maravilloso estar aquí esta mañana con todos ustedes. Recientemente en nuestro grupo de meditación en Puerto Vallarta hemos tenido un grupo de estudio sobre el tema del perdón, y eso es el tema de mi plática el día de hoy. Nos encontramos el formato de un grupo de estudio muy útil, pero lo que propongo hoy no es un estudio sino un resumen de algunas cosas que tratamos. Quiero dar el nombre “Perdón Parte Uno” Eso quiere decir que quedarán muchas cosas no dichas sobre el perdón después de esta plática. Si puedo darles un punto de partida, estaré feliz.
Tenemos que comenzar con una pregunta grande: ¿Qué quiere decir “perdonar”? ¿Qué incluye el perdón? ¿Qué no incluye? No puedo decir que la manera en que yo veo el perdón es la única manera de verlo. Entonces pienso que ha de estar tan claro como sea posible lo que quiero decir cuando digo “perdonar.”
Para mi, perdonar significa dejar ir el enojo, el resentimiento y la culpa que sentimos con respecto a una acción que nos ha perjudicado. Al perdonar no cambiamos lo que sucedió, pero sí cambiamos nuestra manera de relacionarnos con lo que sucedió. Perdonar no significa que tenemos que confiar en que la persona que nos hizo daño no volverá a hacer lo mismo en el futuro. Puedes perdonar a tu pareja alcohólica sin tener que confiar en ella cuando tenga una botella en la mano. Perdonar no necesariamente incluye reconciliación. Pero la reconciliación sí requiere perdón. Entonces perdonar podría ser el principio de un proceso más grande, pero no es necesario que sea. Yo pienso que esto es suficiente importante que quiero repetirlo: Perdonar no necesariamente incluye reconciliación.
Perdonar no libera al ofensor de su responsabilidad por su acción, ni se convierte un mal hacia un bien. Una definición que me gusta es “dejar de sentir resentimiento.” “Resentimiento” es una palabra interesante. Quiere decir “sentir otra vez.” Algo sucede que nos afecta. Sentimos el impacto como dolor emocional o físico. Y mas tarde, después del evento, aparece el resentimiento. Resentimiento significa que sentimos el dolor de nuevo después de que ya pasó el impacto original. Acompañando este resentimiento suele haber ira y culpabilidad hacia la persona o la cosa que identificamos como la causa de nuestro sufrimiento.
Hay algunas etapas en esto.
- Hay una acción del cuerpo, del habla o de la mente que tiene un impacto.
- Hay dolor emocional o físico (o ambos a la vez) que surge del impacto.
- Luego hay enojo, resentimiento y culpación relacionados al dolor como una manera de interpretar el dolor.
Con estas cosas se crea una situación en la cual perdonar sería apropiado. Si vamos adelante desde este punto hacía el perdón, dos cosas importantes tienen que suceder:
- Reconocer el dolor original y el resentimiento de ello. Hemos de aceptar nuestros sentimientos sobre lo que sucedió, y hemos de reconocer la reactividad emocional que guardamos a cerca de la situación y la persona que culpamos.
- Luego viene la intención: dejar ir o soltar el resentimiento y el enojo. Por aquí comienza el perdón.
Si piensas en lo que he dicho un rato, verás que el perdón de que hablo no tiene nada que ver con ser bueno con el ofensor, o decirle que la cosa que hizo estuvo bien . Tiene que ver con ser bueno contigo mismo. Trata de darte cuenta que guardar rencor y resentimiento hace más daño a la así llamada víctima, y no castiga ni reforma al ofensor. Una analogía dice que negar el perdón es como guardar una brasa ardiente en la mano, esperando que pase el ofensor para que puedas echarla contra él. Quizás no pase, o sí pasará, pero ya has quemado la mano. Otra metáfora descriptiva es que guardar rencor es como comer veneno para ratas y luego esperar que la rata se muera.
La etimología de la palabra “perdonar” dice que “per” es un prefijo que significa “intensidad” y “por completo.” Y “donar” significa “regalar o ceder voluntaria y gratuitamente”. Está relacionada con las palabras donación y donativo. Entonces la etimología es “dar por completo.”
Una pregunta que me interesa es: ¿Quién da qué cosa y a quién? Yo dijera que la persona que estaba guardando su resentimiento lo deja ir. Lo deja ir y por eso se da un alivio a si misma. Pues no es tanto “dar a” como dejar ir.
Con estas palabras parecería que perdonar es fácil y sencillo, pero como sabemos todos, puede ser muy difícil perdonar. Tenemos que permitirnos sentir el daño antes de que podamos dejar ir este sentimiento, aunque preferiríamos no sentir ese dolor. Solemos intentar ignorarlo, o minimizarlo, o cubrirlo. Intentamos ignorar nuestra propia experiencia como si esto nos pudiera proteger.
Pero en mi experiencia, el miedo de sentir dolor es mucho peor que el sentimiento actual del dolor. Cuando nos permitimos ser conscientes a nada más que un poco de nuestro dolor, podemos comenzar a liberarnos de ese miedo. Con el tiempo, poco a poco, podemos continuar este proceso de dejar ir el miedo y sencillamente sentir lo que sintamos. Esto es esencial al proceso de sanación que es perdonar.
A veces, intentamos saltar el dolor para echar la culpa a la persona que nos hizo daño y usamos la energía de culpar para evitar sentir nuestras propias sensaciones. Esto aumenta nuestra amargura y nuestro enojo y nos hace sentir aún peor. Entonces, vez tras vez tendríamos que dar un paso para atrás y preguntarnos de donde viene todo este enojo.
Esta práctica de familiarizarnos con nuestras heridas es una parte esencial del proceso, y no se debe apresurar. Es completamente necesario que nos dejamos familiarizar con las heridas y con el sentimiento de habiendo sido herido. Han que incluirse en nuestra práctica de perdonar. No es un paso preliminar, sino es una parte esencial del todo. Y si nos encuentra difícil perdonar, hemos que regresar a esta parte de la práctica.
La terapeuta Robin Casarjian dice en su libro llamado “Perdonar” (lo cual les recomiendo), “Si estamos reprimiendo la rabia y la culpa, el perdón que ofrecemos no puede arraigar en nuestro ser porque los sentimientos reprimidos forman una barrera que nos impide adentrarnos en nuestra experiencia esencial. El cuerpo y la psique que guardan demasiadas emociones reprimidas y limitadoras tienen poco espacio para incorporar amor y alegría con constancia y profundidad. Es posible que de cuando en cuando experimentemos la alegría y el alivio que proporciona el perdón, pero éste quedará en la superficie. Es como tratar de plantar un magnífico jardín de flores con muy poca tierra y sin apenas espacio para que echen raíz. Un ventarrón o unos días sin agua lo destruirán. Pero si aceptamos nuestro dolor y, en un lugar y un contexto seguros, sentimos lo que habría sido arriesgado y terrible sentir en el pasado, entonces el dolor se puede liberar y transformar. El proceso de honrar nuestros sentimientos es como labrar la tierra endurecida haciéndola rica y profunda. Sólo entonces habrá espacio para que el perdón y la comprensión echen raíces profundas en nuestro interior.”
Una vez que reconozcamos nuestro dolor y reconozcamos que nos sentimos ofendidos, podemos empezar a reconocer toda la ira que tenemos relacionada con esto. Luego podemos llevar nuestra atención a todo nuestro resentimiento y tomar su medida sin juzgarnos por estar sintiendo lo que sintamos. Así es como empezamos a perdonar.
Pero muchas veces sí tenemos juicios sobre estos sentimientos. Por un lado, pensamos que es incorrecto sentir enojo, e intentamos reprimirlo o cubrirlo. O podríamos tener los pensamientos opuestos, pensar que es bueno, que nos empodera tener lo que llamaríamos “ira justa.” No resulta fácil dejar ir los juicios y ver lo que queda: culpación, enojo y resentimiento. Y luego ver lo que está al fondo: un dolor que quisiéramos aliviar.
Una persona de confianza puede ayudarnos a mantener nuestra perspectiva, sobre todo si lo que se trata es difícil.
Dejar ir el resentimiento no es fácil y no sucede todo a la vez, pero pienso que poco a poco podemos ver una parte y luego dejarla ir; ver un poco más, y también dejar ir. Es posible que tengamos que hacer esto vez tras vez, tras vez. Dejamos que algún dolor se vaya pero tal vez la herida se abre de nuevo de una manera diferente, o quizá surja algo nuevo. Y resulta necesario seguir con el proceso de dejar ir.
Otra cosa que resulta difícil dejar ir, es la convicción: “Yo tenía la razón” y “Ellos eran injustos.” Es muy posible que esto sea la verdad, pero apegarnos a este juicio no nos lleva adelante. Una cosa que ayudaría, es reconocer que una u otra vez, nosotros también hemos hecho daño a otros y hemos sido la causa de sufrimiento. Igual que hemos sido heridos, hemos hecho que sufran otros.
Para apoyar el proceso, miraremos a la persona que culpamos por nuestro sufrimiento y la imaginaremos como un bebé en los brazos de su madre. Podríamos imaginarla como un bebé en nuestros brazos. Podríamos imaginarla en su primer día en la escuela, o aprendiendo atar las agujetas de los zapatos. Y podríamos imaginar el sufrimiento que le ha pasado a ella. Intentemos ir mas allá de nuestra propia reactividad y verla como otro ser humano que vive y respira igual que nosotros. Tal vez llegaremos a sentir compasión por ella, o por lo menos llegaremos a reconocer que ella también ha sufrido, y que su comportamiento hiriente era el resultado de su propio dolor y su propia confusión.
También podemos examinar nuestra propia responsabilidad por el resentimiento que sentimos. Quizás nos sentimos lastimados porque alguien no nos trata como pensábamos debiera haberlo hecho. Pero esta idea de como nos debieran haber tratado viene de nuestras propias expectativas. Si no tuviéramos expectativas, lo que él hiciera no nos importaría tanto. Tal vez no nos importaría en absoluto. Entonces ¿era esta persona, o eran nuestras propias expectativas las que causaron nuestro sufrimiento? Nos ayudaría ver todo esto desde un punto de vista más amplio .
Y podemos reconocer que no importa lo que hagamos, lo que sucedió, sucedió. No podemos cambiar la historia con nuestro sentido de qué debió suceder, o por ponernos enojados, o por echar la culpa. Una vez alguien dijo, “Perdonar significa dejar ir toda la esperanza por haber tenido un pasado mejor.”
Podemos incluir la persona que nos lastimó en una meditación en amor-bondad. Empezamos la meditación enviando amor bondadoso a nosotros mismos y a nuestros seres queridos y luego ampliamos la meditación a incluir la persona que nos lastimó. “Que él/ella esté feliz, que esté san@, que esté libre del sufrimiento.” Si resulta difícil hacer esta práctica, podemos recordar que si la persona ya estuviera en estas condiciones, no nos hubiera perjudicado. Podemos dejar ir las reacciones, opiniones y juicios que guardamos sobre ellos y los veamos sencillamente como otros seres vivientes.
Hasta el momento he estado hablando de como perdonamos cuando sentimos que hemos sido lastimados u ofendidos. Pero hay tres relaciones diferentes para la práctica del perdón. Además de perdonar a los que nos han hecho daño, hay buscar el perdón por haber lastimado a otros, y hay perdonarnos a nosotros mismos por las maneras en que nos hemos lastimado. Ahora yo quisiera hablar de estas otras situaciones.
Primero quiero decir unas cosas sobre la búsqueda del perdón. Al empezar nuestra ceremonia de tomar los preceptos de un Bodhisattva, cantamos un verso de confesión tres veces:
Todo mi antiguo y retorcido karma Desde siempre: la avaricia, el odio y la ignorancia. Nacido a través del cuerpo, el habla y la mente, Yo, plenamente, ahora lo acepto.
Pienso que es una práctica buena, reconocer que cada uno de nosotros ha sido la causa del sufrimiento, y tenemos que ser conscientes de eso cuando cantamos. Pero si pensamos que solamente hacer eso basta, estamos equivocados. Es un trabajo difícil y desagradable acercarnos a la fealdad y la vergüenza de lo que hemos hecho y admitir nuestro error. Pero en mi experiencia, creo que tenemos que hacer eso para limpiarnos a nosotros mismos y para ofrecer alivio a los que hemos dañado. Pienso que tenemos que admitir con honestidad y precisión la injusticia o acción y intentamos no volver a hacerlo de nuevo.
Solemos escuchar “lo siento” donde alguien dice: “Si te molesto por razón de algo que dije, entonces pido perdón.” Yo lo llamaría un “no lo siento”. La persona niega tomar responsabilidad por su propio comportamiento, tampoco reconoce las consecuencias perjudiciales de su acción. Es una manera sutil decir, “Si te sientes ofendid@, es por tu culpa.” Aún si estamos convencidos que no tuvimos otra opción sino actuar en una manera que hizo daño a la persona, todavía podemos decir, “Yo sé que te hice daño y lo siento mucho.” Y luego podemos intentar entender como evitar meternos en una situación semejante en el futuro.
Mi primero retiro budista, después de ser ordenado como sacerdote zen, fue con un maestro chino del budismo ch’an. En la entrevista le dije: “Solamente tengo unos meses como sacerdote. ¿Qué consejos tienes para un sacerdote nuevo?” Me dijo: “Cuando cometas un error, es muy importante que lo confieses a otro sacerdote. Si no hay otros sacerdotes donde estés, puedes ofrecer incienso y confesarlo al Buda, pero es mejor si lo confiesas a otro sacerdote”. No esperaba escuchar eso. Tal vez yo pensaba, como en la película “Love Story” de los años setenta: “Ser sacerdote significa que nunca necesitas pedir perdón”. Pero he aprendido que no es verdad. A veces la parte difícil es reconocer o admitir que he causado sufrimiento. Luego la parte más difícil es tener la voluntad de decir eso en voz alta a otra persona. Pero pienso que debe de hacerse. No es suficiente admitir el error solamente ante mi mismo. Es necesario que otra persona lo escuche. No resulta fácil. Si es algo pequeño, podrías ir a la persona a la que hiciste daño y decir tu confesión. Pero si es algo grande, o algo que todavía no ves con claridad – todavía te sientes defensivo o quieres justificar la acción- será una buena idea hablar primero con otra persona de confianza.
Ya he recomendado que cuando estamos aprendiendo a perdonar es bueno tener una pareja del perdón, alguien con quien podemos hablar mientras pasamos por el proceso de perdonar. Pienso que es igualmente verdadero cuando buscamos perdón. Alguien con quien tengamos confianza pero que sea neutral nos puede ayudar muchísimo. Esta es una de las funcionas del padrino o la madrina en el programa de 12 pasos de Alcohólicos Anónimos.
Yo prefiero la frase “buscar perdón” en lugar de “pedir perdón.” Tiene más que ver con mi manera de entender esto. Buscar el perdón significa mirarnos profundamente a nosotros mismos al principio. Luego, cuando sea posible, y no vaya a causar más sufrimiento; podemos reconocer nuestra ofensa a la persona que le hicimos daño. Tenemos que hacer esto para dar un alivio a su sufrimiento. Esperamos que ellos puedan aliviar su carga, no para hacer un favor a nosotros sino por su propio bien. A mi, “pedir perdón” me suena como si pidiéramos que ellos nos dieran algo, como si fuera poco la herida original, y eso no me parece correcto. “Buscar perdón” me parece mejor.
Cuando una persona a la que le hicimos daño nos perdona, significa que ella está lista para dejar su resentimiento, enojo y dolor. Entonces porque ella siente un alivio, nosotros también podemos sentir un alivio. Pero este alivio no será completo hasta que podamos perdonarnos a nosotros mismos. Ahora quiero hablar sobre eso.
Solemos escuchar la regla de oro que es: “tenemos que amar y cuidar a otra gente tanto como nos amamos y nos cuidamos a nosotros mismos”. Al considerar como nos juzgamos y no nos perdonamos, no es de extrañar que haya tantos problemas en el mundo. Tal vez tenemos que poner al revés este consejo: Debemos mostrar consideración a nosotros mismos tanto como mostramos consideración a los demás.
No es difícil ver lo valioso que es tratar a los demás con compasión y entendimiento. Nuestra cultura lo promueve en cierta medida. Sin embargo, a menudo sentimos que no debemos de ofrecer esta misma compasión y entendimiento para nosotros mismos. Nos ha sido enseñado que es egoísta y malo hacer eso.
Yo pienso que es igual de egoísta pensar que merecemos un trato peor que los demás que, pensar que merecemos un trato mejor. En ambos casos, nos ponemos como algo separado y contra todo lo demás. Cuando tomamos el voto de beneficiar a todos los seres, ¡tenemos que recordar que este incluye a nosotros!
¿Por qué es tan difícil perdonarnos a nosotros mismos? Yo pienso que en parte es porque en el fondo creemos que todas nuestras excusas son fraudulentas. Negamos la responsabilidad de nuestra ofensa, pero en algún nivel todavía nos sentimos culpables, avergonzados e indignos. Tratamos de esconderlo de los demás. Sobre todo, intentamos esconderlo de nosotros mismos, pero eso tiene consecuencias. Entonces, el primer paso es empezar a destapar todas las cosas que hemos estado negando, todas las cosas sobre nosotros que tememos sean verdaderas. Es probable que ya sepas cuales son algunas de estas cosas para ti mismo.
Yo recuerdo claramente unas cosas hirientes que dije e hice como niño. Hace más de 50 años y todavía tengo vergüenza por unas cosas que hice como muchacho. Pero le he perdonado. Sé que ya no soy eso niño. Sé que en su mente inmadura solamente buscaba amor y aprobación.
Eso muestra una manera en que podemos empezar a perdonarnos a nosotros mismos. Podemos reconocer que ya no somos la persona que cometió esa ofensa. Es verdad aún si la ofensa estuvo ayer o siquiera hace 5 minutos. Ya no somos esa persona. Podemos reconocer como el sufrimiento de esa persona le llevaba a ofender. Luego podemos dejar que la ofensa se vaya, y hacemos nuestra intención que no volveremos a repetirlo. Tendríamos que hacer eso muchas veces.
Cuando lastimamos a otra persona, es fácil distinguir entre el ofensor y el perjudicado. Pero cuando hablamos de perdonarnos a nosotros mismos, ¿Quién estuvo perjudicado? ¿Quién fue el ofensor? ¿Y quién daría el perdón? Para mí, no es fácil dar una respuesta. ¿Puede ser el ofensor su propia víctima? Yo pienso que sufrimos cuando causamos sufrimiento en otros. Sufrimos porque sabemos que lo que hicimos no tenía virtud, no tenía compasión, ni trajo armonía. Se puede decir que la ofensa era contra la virtud, la compasión y la armonía. La ofensa era contra los tres tesoros: Buda, Dharma y Sangha.
Y por eso, el perdón para nosotros mismos tiene que venir a través de los tres tesoros. En el reino de los tres tesoros no hay posibilidad de resentimiento, no hay ningún lugar donde puedan pegarse el enojo o la culpa. Para perdonarnos a nosotros mismos, tenemos que reconocer o aceptar que eso es la verdad.
Hice una búsqueda sobre el perdonarse a uno mismo en un sitio del internet acerca de la Biblia. La respuesta que vino es que la Biblia no menciona perdonar a uno mismo, ni una vez. No hay tal concepto en la Biblia. Al principio me sorprendió, teniendo en cuenta lo importante que pienso, es perdonar a nosotros mismos.
Pero, según ese sitio web, el asunto no es perdonar a nosotros mismos. El verdadero asunto es que tenemos que aceptar que dios nos perdona. Perdonar a nosotros mismos tiene que venir de un lugar mucho más grande que nuestra mirada estrecha de quienes pensamos que somos y lo que hemos hecho. No importa si decimos “dios” o “los tres tesoros” o “el gran misterio”.
Perdonar a uno mismo no se encuentra por pensar o por analizar. Viene de algún sitio más allá de nuestros pensamientos y nuestras sensaciones, más allá de nuestro yo pequeño. De hecho, creo que esta es la fuente de todo el perdón, no solamente perdonarse a uno mismo. Pienso que aceptamos el perdón para nosotros mismos y lo ofrecemos a otros a través de nuestra conexión misteriosa con algo mucho más grande que “esta cosa.” Para mi esto es lo que significa el Padre Nuestro cuando dice “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” Si no podemos encontrar perdón para los demás, tampoco podemos encontrarlo para nosotros mismos. Encontramos perdón para otros y para nosotros mismos cuando nos unimos con el gran misterio. Entonces el Padre Nuestro nos recuerda que nuestro propio perdón radica en el mismo lugar que encontremos perdón para los demás. Es el único lugar donde puede ser encontrado. Pero no está allí en la superficie. Toma tiempo y práctica. Toma abrir nuestros corazones, exponer nuestras vergüenzas, y soltar nuestro hábito fuerte de creer que somos indignos.
Para hacer esto necesitamos ir mas allá del análisis y nuestro entendimiento intelectual. Necesitamos ir más allá de nuestros pensamientos. Sin duda necesitamos ir más allá de las pláticas sobre el perdón.
Quiero contarles una anécdota de una plática de Dharma dado en Mar de Jade por Daigan Lueck, un maestro del Centro Zen de San Francisco.
En su plática Daigan habló de la ira que tenía cuando vino a practicar el Zen, y cómo su ira seguía en su práctica. Dijo que estaba enojado con todo el mundo, cosas y personas por igual. Sabía que su enojo se lo estaba comiendo, pero saber eso no ayudaba a soltar el enojo. Una vez se sintió desesperado, incapaz de tomar un aliento más. Fue a su maestro y dijo “¿Qué puedo hacer yo?”
Y su maestro le dijo: “Tengo una práctica maravillosa para ti, y garantizo que funcionará”. Dijo: “Cada día en tu hogar haz postraciones.” Haz 108 postraciones cada día. No hay que hacer todas a la vez, justo haz 108 postraciones en el curso de cada día. Y con cada postración di ‘Te perdono'”.
Daigan dijo: “OK, pero ¿a quién le estoy dando el perdón?” y su maestro dijo “Te vas a enterar.”
Entonces Daigan siguió esta práctica, día tras día haciendo 108 postraciones y diciendo “Te perdono” 108 veces. Y un día en medio de hacer esto, se echó a llorar. Lloró y lloró y por fin se dio cuenta de a quien tenía que dar el perdón. En su plática dijo: “No preciso decir quien era…Todo el mundo sabe quien era.” Daigan dijo que tenía un sentido de gratitud profundo por haber encontrado una práctica que pudiera hacer.
En esta plática he llamado al perdón como un proceso. Pienso que es muy importante reconocer que no es una cosa sencilla, limitada. A veces ni siquiera sabemos que estamos en el proceso. O sabemos que sí estamos sin ningún idea de a donde nos lleva. Tal vez más que un proceso es un peregrinaje sin fin.
Todavía quedan muchas cosas importantes para decir sobre el perdón. Que siga la conversación.
Gracias por tu práctica.